III. AL LLEGAR A CASA
Adoptar un perro es, sin duda, una experiencia muy satisfactoria, que exige responsabilidad y cariño por parte de su nueva familia. Pero no siempre es sencillo, especialmente para primerizos, superar las semanas iniciales de convivencia con su perro adoptado.
La idea de que el perro se integre perfectamente a la vida familiar en unos días es totalmente idílica. Toda nueva relación requiere de un proceso de adaptación importante, por lo que se deben evitar expectativas irreales. El animal debe ir adaptándose a las nuevas costumbres como, por ejemplo, quedarse solo en el domicilio.
En la mayoría de los casos, el perro experimentará cambios bruscos en un corto espacio de tiempo, generándole un estrés que puede suponer un estado de mayor susceptibilidad a la aparición de enfermedades y/o problemas de comportamiento. Además, es probable que se sienta confundido sobre dónde está o qué esperar de su nueva familia.
Organización y normas. Reparto de tareas.
Antes de llevar a casa al perro adoptado conviene planificar su llegada. Hay algunas cosas que se pueden tener preparadas antes de que el animal llegue:
Con respecto a la comida, se recomienda que durante los primeros días el perro siga comiendo el mismo alimento que le daban en el centro de adopción, y gradualmente se vaya cambiando en caso de determinarque es conveniente o necesario cambiar de alimentación. El veterinario podrá aconsejar cuál es la comida más adecuada para el perro adoptado, en función de la raza, tamaño, edad y nivel de actividad del animal. Debemos calcular bien la cantidad de comida que le corresponde y dividírselo en, al menos, dos tomas diarias.
Se pueden adquirir algunas golosinas especiales para perros, que utilizaremos como premio, especialmente al principio, para reforzar las conductas que queremos promover: hacer sus deposiciones en la calle, superar su miedo al ascensor o las escaleras, etc.
Igualmente resulta útil adquirir un bozal, un artículo que es obligatorio en algunos casos como, por ejemplo, para viajar con el perro en transporte público (trenes de cercanías, metro), o para estar en lugares y espacios públicos en el caso de los perros potencialmente peligrosos o perros que manifiesten un carácter marcadamente agresivo.
No se recomiendan los enganches al collar del perro, ya que no retienen al animal, pudiendo causarle daños en el cuello, además de suponer un riesgo para los pasajeros.
Si no queremos que el perro tenga acceso a determinadas zonas de la casa, podemos mantener cerradas puertas, o bien instalar barreras de protección similares a las utilizadas con bebés y niños pequeños.
Si convivimos con más personas, es fundamental consensuar previamente qué normas deberá seguir el perro, para evitar confundir al animal con órdenes contradictorias: estancias donde no podrá entrar, si le dejaremos subirse a sofás y/o camas,etc.
Una norma recomendable es no darle nunca comida mientras estamos sentados a la mesa. No solo porque la comida humana, a pesar de atraerles mucho, no les sienta bien, sino porque debemos tratar de educar al perro para que se comporte adecuadamente en diversas circunstancias (ir de visita a otra casa, a un restaurante, etc.).
Por otro lado, no conviene darle para jugar zapatos viejos, calcetines o peluches rotos. Le resultarán muy atractivos debido a que portan nuestro olor, pero, si lo hacemos, corremos el riesgo de que no distinga los objetos viejos de los nuevos y termine destrozando lo que no debe.
Primeros días en casa. Consejos básicos para la integración en la vida familiar.
Cuando adoptamos un perro nos preguntamos ¿cuánto tiempo tardará en adaptarse a la vida familiar?
Ante todo, debemos saber que no hay dos perros iguales y que el periodo de adaptación a la nueva familia puede ser muy variable. De forma general, se establece, como cifra orientativa, un periodo de dos meses, si bien, dependiendo de su historia vital y su pasado más o menos complicado, podemos encontrarnos periodos más amplios o, por el contrario, más reducidos. Puede suceder que, aunque inicialmente el perro no manifieste ningún problema, el verdadero carácter aflore pasados unos días tras su llegada a casa y, en función de su experiencia previa de abandono o maltrato, algunos perros pueden mostrarse asustadizos, desconfiados, esquivos o agresivos. Del mismo modo, puede ocurrir que los problemas iniciales de conducta que manifieste el perro recién adoptado sean fruto del estrés y acaben desapareciendo con el tiempo.
Los cachorros suelen adaptarse rápidamente a su nuevo entorno, mientras que los perros más mayores pueden cargar experiencias no siempre positivas, como socialización incompleta o inexistente, maltrato, abandono, etc., que alargarían el periodo de adaptación al presentar el animal un estado emocional de desconfianza, apatía, miedo a quedarse solo, miedo al coche, agresividad a las personas o a otros animales, problemas de eliminación inadecuada o vocalizaciones,... Por ello,su reeducación requerirá de mayor paciencia y dedicación y, en algunos casos, precisará incluso de la ayuda de un profesional.
Igualmente ocurre si el perro adoptado presenta alguna patología o enfermedad que le provoque dolor o debilidad (diarrea crónica, otitis, ...): las novedades respecto a cambio de entorno y cuidador le supondrán una carga adicional.
La buena noticia es que podemos, en gran medida, facilitarle ese periodo de adaptación y estabilización:
Los primeros días del perro adoptado deben ser tranquilos, proporcionándole un ambiente relajado, y permitiéndole que se mueva por la casa,explorando y olfateando para familiarizarse con los distintos rincones. Le enseñaremos dónde tiene sus cosas: cama, comedero y bebedero.
Si hay otros perros en casa, conviene hacer las presentaciones en un espacio abierto, fuera de la vivienda, manteniendo las correas sueltas sin tensión, sin comida ni juguetes. Mientras que, si hay gatos, podemos pasarlos a una habitación cerrada para permitir al perro adoptado explorar con tranquilidad su nueva casa. Los primeros encuentros deben ser breves y siempre supervisados por nosotros, hasta estar seguros de que no hay conflicto.
En un primer momento, limitaremos las visitaspara no atosigarlo y evitaremos llevarlo a otras casas de familiares y amigos para no saturarlo con diferentes ambientes ni demasiadas personas.
Debemos dejar que sea el perro quien se acerquea nosotros y nos huela, evitando gritos y también, de momento, gestos como abrazar, besar, coger en brazos o dar palmaditas en la parte superior de la cabeza, ya que pueden asustar a algunos animales. Una opción interesante para fortalecer lazos y generar confianza es ofrecerle alguna golosina para perros.
Los paseos son muy importantes:
Aunque es importante adoptar la rutina diaria desde el principio, puede ser recomendable cogerse algunos días libres en el trabajo, con objeto de poder estar con el animal el mayor tiempo posible tras su llegada para supervisar sus primeros momentos y cuidados. Eso sí, nos aseguraremos de tomar medidas encaminadas a minimizar el desarrollo de la llamada “ansiedad por separación”, motivada porque el perro no es capaz de gestionar la situación de soledad y separación de su dueño. Es decir, cuando se queda solo en casa, se siente amenazado, en peligro, y se activa en él un estado de alerta que le puede llevar a la destrucción de objetos, llanto desesperado, etc. Para evitarlo, saldremos y volveremos a casa varias veces a lo largo del día, siempre con mucha tranquilidad (interactuando lo mínimo posible en el momento de entrar y de salir: despedida sin drama y que la llegada no sea una fiesta).
Con respecto a las deposiciones:
Por último, cabe recordar la importancia de hacer una primera visita al veterinario, para efectuar una revisión del perro, y proceder a desparasitarlo y vacunarlo si fuera preciso.
Amanda Sanz Fernández – Salguero. Veterinaria.
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